Botar basura no es gratis. Además del costo social y ambiental, tiene un costo económico para los municipios (entre 40 y 60 mil pesos por tonelada). Y a pesar de que el costo es mucho menor que en otros países como Alemania, en que la tonelada tiene un valor de 125 mil pesos, los municipios chilenos no pueden pagarlo. Según cifras de la Subdere, hoy los municipios tienen un déficit de 300 millones de dólares en servicios de aseo y gestión de residuos. Solo a 11 de las 346 comunas del país les alcanza el presupuesto según datos de 2017.
Además del déficit, botar basura genera externalidades negativas y no trae un valor agregado a los territorios. La basura en rellenos sanitarios o vertederos genera gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático, los residuos mal gestionados terminan en basurales o derechamente en la naturaleza, y al ser un servicio gratuito para las personas el incentivo está puesto en botar basura antes que en reciclar, porque es lo más fácil y barato.
Esta lógica es preocupante en un contexto en que Chile es el país que genera más residuos per cápita de América del Sur, con 1,22 kg per cápita en promedio. Adicional a esto somos el país de la OCDE con menor tasa de recuperación, la que se estima entre un 2% y un 4%.
Los municipios gastan por la basura cerca del 20% de presupuesto. Gestionar la basura en sólo gasto (recolectar y disponer), y estos costos crecen año a año.
En cambio si recuperamos residuos tenemos la posibilidad de crear valor: emprendimientos, reutilización y venta. Es cierto que gestionar residuos para ser reciclados tiene un costo mayor, pero el potencial de venta a empresas valorizadoras, permite acortar esta brecha.
Por otro lado, gestionar los residuos orgánicos (más del 50% de los residuos), también trae beneficios para los territorios. Por cierto, el ahorro directo en traslado y disposición en rellenos, pero también el compostarlo puede generar por ejemplo abono para nutrir áreas verdes.
¿Cuál es entonces el desafío? Que los municipios den este paso importante hacia la gestión integral de residuos: reducción de la basura en base a la recuperación, que a la larga puede traducirse en un ahorro tanto para el municipio como para sus vecinos.
¿Por dónde empezar? En muchos municipios la gestión de la basura está a cargo de “aseo y ornato”, mientras que el reciclaje es responsabilidad de “medio ambiente”. Cuando las municipalidades entienden que es necesario que estos dos mundos se unan para poder enfrentar el problema de la basura como un todo, se pueden poner los incentivos correctos para poder aumentar las tasas de recuperación con impacto en la reducción de la basura.
Y un poco más allá… si hoy los municipios pagan por la recolección de basura ¿por qué no pagan la recolección de residuos recuperables?.

Andrea Cifuentes
Gerente de Desarrollo y Vinculación Territorial