En noviembre del año pasado, todo el mundo quedó sorprendido por las impactantes imágenes del vertedero ilegal de ropa que se ha generado en el desierto de Atacama, a las afueras de Iquique. Este cementerio de textiles se generó debido a varias causas (mala regulación de disposición, indebido proceso de importación de ropa, etc) pero probablemente la más evidente es la del sistema Fast Fashion, un modelo comercial que tiene grandes impactos ambientales.
“En Chile somos un gran importador de ropa, tanto nueva como usada” explica Javier Peró, gerente de estudios de Kyklos, en una entrevista en Radio Pauta, “al puerto de Iquique llegan casi 60 mil kilos de ropa al año, y de todo eso, casi la mitad no se vende nunca. Queda acopiada durante meses y finalmente los vendedores, para deshacerse de ella, simplemente la botan de forma ilegal”.
El mundo de la moda ha evolucionado en grandes magnitudes durante los últimos 20 años. Un estudio de la firma McKinsey Sustainability informa que la producción mundial de ropa se ha duplicado desde el 2000, pero mientras que la gente está comprando aproximadamente 60% más vestimentas que antes, solo la utiliza la mitad del tiempo. Los productores de ropa han establecido un modelo que impulsa la constante renovación de la vestimenta. A inicios de los 2000, las marcas de ropa ofrecían dos colecciones de ropa al año que duraban 6 meses cada una (primavera/verano y otoño/invierno), en la última década el ciclo de las temporadas se ha acelerado explosivamente, el World Resources Institute reporta que incluso algunas tiendas llegan a establecer entre 50 y 100 temporadas de moda en el año.

Este modelo que promueve el exceso de producción y renovación ha hecho que la ropa sea vista como un bien altamente desechable por los consumidores. La mayoría de la ropa producida en el mundo termina en basurales ilegales y vertederos. Según cifras de las Naciones Unidas, el 85% de los textiles producidos en el mundo termina en la basura, y el equivalente a un camión de basura lleno de ropa es desechado o incinerado por cada segundo.
Pero el problema no solo se encuentra en su carácter desechable, sino también es su materialidad. “La mayoría de la ropa que tenemos en nuestras casas es multi material, por eso el dilema de desechar la ropa es tan difícil y debe atacarse no solo desde la disposición, sino también desde el diseño” explica Peró. Según estudios de la fundación Ellen MacArthur, la ropa que lavamos en casa envía más de 500 mil toneladas de microfibras al océano cada año. Un gran número de estas son de poliéster, una fibra sintética hecha de PET, el mismo plástico que las botellas plásticas. El poliéster está presente en cerca del 60% de las ropas del mundo, y, de acuerdo con las últimas mediciones de Greenpeace, su producción genera más emisiones de carbono que el mismo algodón.
De hecho, reportes de las Naciones Unidas indican que cuando de emisiones de carbono se trata, la producción de ropa genera más gases de efecto invernadero que de todos los vuelos internacionales y las rutas comerciales marítimas combinadas. Esto equivale a más del 10% de las emisiones totales del mundo, y si el mercado textil mantiene los niveles de crecimiento de los últimos años, para el 2050 esta tajada podría aumentar a 26%.
¿De qué forma podemos sumarnos a la solución?
A través de acciones individuales podemos prevenir la expansión de este modelo de mercado.
La acción más impactante es reducir nuestro consumo, comprar ropa solo cuando sea necesario, para esto es útil adoptar un estilo propio sin depender de nuevas tendencias que vayan variando con las temporadas.
Al momento de comprar, podemos practicar el consumo consciente, prefiriendo tiendas de segunda mano o apoyando productores locales en vez de comprar a grandes tiendas o marcas internacionales.
Es importante también reducir el impacto que generamos al mantener las ropas en nuestras casas. Acumular la ropa para poder lavar solo una vez a la semana y usar sistemas más eficientes, las lavadoras y secadoras de Electrolux están especialmente diseñadas para ahorrar agua y disminuir el impacto que tienen sobre la ropa, para no liberar tantas microfibras en el lavado.
Por último, en vez desechar nuestra ropa, podemos buscar mejores disposiciones finales para ella. Si está en buen estado, donarla; si está rota, repararla o llevarla a recicladores textiles “En chile existen grandes empresas que encuentran soluciones para los residuos textiles” cuenta Javier Peró, de los fundadores de Kyklos, “Como Retex, que reutiliza la ropa, como jeans, para generar nuevos productos: mochilas, delantales, indumentaria de la construcción etc. Ecocitex, por otro lado, es capaz de recibir todo tipo de ropa, y alguna la dona porque está en buen estado, y la que no se puede donar se recicla. Este material incluso sirve de insumo para otras empresas como Ecofiber, que toma ciertos textiles y los transforma en material aislante para usarlos en paneles de construcción”.
Si quieres revisar la entrevista completa a Javier Peró, ingresa aquí.