Hace un par de meses tuve la oportunidad de viajar a una zona rural llamada Mizata, ubicada en el municipio de Teotepeque en el país El Salvador, Es una población pequeña, muy linda y rural.
Antes del viaje y de acuerdo a mi experiencia por el trabajo que realizamos en Kyklos, mi percepción en cuanto al desempeño de Chile en el reciclaje era “desmotivante”, sobre todo al compararnos con indicadores internacionales. Sin embargo, este viaje me permitió observar que si bien no tenemos los estándares que el país necesita, estamos bastante más avanzados que comunidades como la que tuve la oportunidad de visitar, donde la problemática de la basura es un punto muerto.
Caminando por las playas, llenas de naturaleza y biodiversidad, se podían ver toneladas de basura flotando en el mar y en la costa también, cada vez que salía del océano, volvía con las manos llenas de residuos.
Observando esta situación, no pude quedarme de brazos cruzados, mis ganas de querer poner un granito de arena en este lugar incrementaron, cuando conocí a Andrea, una niña de 11 años con la que tuvimos conversaciones muy lindas, quien vivía en el lugar.
En una de nuestras conversaciones, Andrea me invitó a una celebración tradicional de su Escuela, el Centro Escolar Cantón de Mizata, que no tiene más de 4 años, con una matrícula de 256 alumnos. La escuela se encuentra sumergida en la selva, cerca de ríos que tristemente hoy corren con residuos de todo tipo, y que por las condiciones geográficas y climáticas terminan lastimosamente en el mar.

En la ocasión, tuve la oportunidad de conocer a la directora de este recinto educativo y nos pusimos de acuerdo para hacer una intervención a todos los alumnos del colegio. Durante la visita tuve la oportunidad de hablarle a los alumnos de la escuela. Recorrí cada una de sus 12 salas para conversar respecto a qué es el medioambiente y preguntarles cómo se relacionan con el. Pude contarles de dónde vienen los residuos y cómo ellos podían ser un aporte desde su escuela y familia, para que esos residuos no terminen en la naturaleza, ya que no existen buenos sistemas de gestión de residuos en esa zona.
Fue muy emocionante ver lo receptivos y entusiasmados que estaban al recibir nuevas enseñanzas respecto al cuidado de su entorno, los más pequeños emocionados por ser los guardianes del planeta y los más grandes críticos y conscientes de lo importante de generar cambios.
Me vine con la sensación de haber aportado, pero además con una perspectiva más positiva del camino que hemos recorrido. Si bien falta muchísimo por mejorar, tenemos iniciativas que vale la pena destacar, como la actual ley Rep en vigencia y la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos (ENRO) que promete convertirse en ley.
Es cierto que el marco de gobernanza ha avanzado, pero también el acceso a herramientas y conocimientos de cómo cada uno de nosotros puede aportar. Realizar el esfuerzo de cambiar nuestros hábitos respecto al manejo de nuestros residuos u optar por comprar alimentos a granel, o compostar los orgánicos, son cambios que cuentan. Estos aportes deben extenderse en todos los territorios, barrios y comunas, cuidando los ecosistemas, enseñando, conversando, respetando, reutilizando, reparando y reciclando, porque como decimos en Kyklos, si somos muchos con pequeñas acciones generamos grandes cambios.
Solo nosotros los humanos producimos basura que la naturaleza no puede digerir. (Charles Moore)

Sara Olivares
Asesora área de Ingeniería y diseño Circular